Un ejercicio colaborativo sobre imaginarios del deseo y tecnologías del encuentro es la primera fase de un proyecto que desarrollamos en el contexto de la Expo Pop-Up Tech y que, esperamos, seguirá creciendo.
Cuando la tecnología es el medio que intercede y da forma a los encuentros sexoafectivos, ¿dónde habita y qué formas adopta el deseo? Las dating apps como (no)lugar de encuentros, fueron el disparador de este proyecto. El tema nos llama porque parte de vivencias propias, cómo ellas se encuentran y distinguen. En nuestro caso, dos mujeres cisgénero paraguayas explorando estos (no)lugares desde geografías y contextos distintos: una en Asunción y otra, en Londres.

Negociar amor, placer y relaciones en los tiempos que corren, significa necesariamente considerar el rol que la tecnología juega para propiciarlos (o no). Implica pensar en las dimensiones cyborg del deseo, en el sentido de que lo físico y lo digital, lo online y lo ¿real?, lo humano y lo tecnológico, se fusionan en una simbiosis que, por un lado, sigue reproduciendo viejos patrones culturales; pero por el otro, genera nuevas formas de ser, pensar(se), estar, y relacionarse.

Desde el lado de lo cultural, factores como la zona geográfica, el género, la sexualidad, la raza, las cuerpas y la posición social, por citar algunos, condicionarán las formas en las que los encuentros se viven, y también quiénes quedarán incluides y excluides de ellos. Las tecnologías del encuentro lo cambian todo, y a la vez, no lo cambian nada.
De allí que nace el interés por la utopía. Pensar el (no)lugar del deseo como un proyecto de imaginaciones radicales. Nos inspira el feminismo del goce que propone Luciana Peker, cuando sostiene que:

“Las formas de resistencia también son una forma de algarabía: la diversidad sexual, las identidades móviles, el erotismo lésbico, la curiosidad como forma de habitar la intemperie, el amor compañero, las nuevas familias, la militancia gordx, el orgullo de los cuerpos plurales, los tetazos, el poliamor, la crítica al amor romántico, la felicidad autogestionada y un feminismo que no pide ser mirado, sino que se mira en marea para reclamar cambios políticos y sociales, en las calles y en las camas. Porque el feminismo del goce se opone a la violencia y al abuso, a los cuerpos delineados en uniforme y al sexo y la comida como pecado. Y, en cambio, rescata probar, comer, escribir, besar, escuchar, bailar y marchar como formas de rebelión y de disfrute. La intimidad es política. Y la revolución también. Incluso para pedir más chape y menos visto”

Nos inspiran, también, las Utopías Queer de las que habla José Esteban Muñoz como un proyecto para imaginar futuros posibles:

“Lo queer aún no ha llegado. Es una idealidad. En otras palabras, todavía no somos queer. Quizás nunca toquemos lo queer, pero podemos sentirlo como la cálida iluminación de un horizonte teñido de potencialidades. Nunca hemos sido queer; sin embargo, lo queer existe para nosotres como un ideal que puede ser destilado del pasado y utilizado para imaginar el futuro. El futuro es dominio de lo queer.”

A partir de allí, nos empezamos a plantear preguntas. Si nos tomamos la libertad de imaginar nuestras utopías personales del deseo, ¿qué forma tendrían? ¿Dónde habitarían? ¿En qué partes de las cuerpas? ¿Qué nos llevamos con nosotres de lo que ya tenemos, y que propondríamos hacer de forma diferente? ¿Qué nos permitimos en la intimidad de nuestros pensamientos que no lo compartimos con le(s) otre(s)? De estos cuestionamientos, surgen otros que dan forma a este proyecto como un ejercicio colaborativo: ¿Cómo sería una tecnología para el encuentro que se piense desde las periferias? ¿Cuál sería el proceso necesario para decolonizarla de la mirada patriarcal, binaria, heterosexual, racista? ¿Cómo podemos pensar, de manera colectiva y diversa, en ut[app]ías del deseo? ¿Cómo emanciparse a través de ellas?

El deseo es politico